Y llegó el frío. Mientras una hoja de millones de tonalidades que oscilan entre los rojos claros y oscuros me caía en la cabeza, aventuraba mis manos a salir de los bolsillos, con el fin de confirmar que mi cuerpo no estaba loco. Sensación térmica: 3 grados bajo cero. Más el viento, un infierno de frío. Claro, esto no es nada. Mis compañeros de trabajo se me ríen cada vez que me ven llegar. Doble remera, sweater grueso, campera enorme, bufanda, gorrito y cara de no entiendo nada. Es que no entiendo nada! Esto es el culo del mundo!!! Si, lo tenía que decir. Y lo que me espera. En los peores inviernos, se ha llegado a registrar casi 40 grados bajo cero. Lo positivo, es que no es húmedo. Y si logras albergar la barrera necesaria para bloquearlo, estas bien. El problema es que la cara siempre va a estar descubierta. Ayer, sentía como el aire que entraba por mi nariz se filtraba de alguna manera, al punto de sentir que entraba menos oxígeno. Y mi novia futura médica me contó que es algo literal. En un par de meses dejo de respirar, supongo.
Y la anécdota del miércoles es buenísima. 2 grados bajo cero, lluvia incesante, 8 de la mañana. Salgo del edificio, y la capucha se me vuela de la cabeza. Camino algunos metros, esperando que el viento deje a mi capucha en paz, pero no hay caso: hay que sacar una mano y sostenerla. Todo va bien, hasta que la mano empieza a enfriarse mucho, pero es tolerable. Pero lo que no es tolerable es el viento, que hace que la capucha solo sirva para tapar el pelo. Cara empapada. Pero bueno, se puede resistir. Pero acá viene lo peor: las mangas, por más elástico que tengan, nunca son completamente herméticas. Y el agua, impulsada por el viento, es capaz de filtrarse por cualquier lugar. Si, eso pasó. Gotas heladas llegaron hasta mi axila. Y ahí si que me enojé. Para colmo, el pantalón empapado. Esto lo tenía que decir. Paraguas para la semana que viene, sin falta.
Pero bueno, Toronto es una ciudad increíble, y lo más interesante es como el instinto humano ha logrado cosas increíbles. Como el frío, de alguna manera, potenció todavía más la necesidad de resguardo, de refugio. Y así fue que se comenzó a tallar, de forma muy progresiva, una ciudad paralela. Si, túneles que intercomunican los edificios más emblemáticos del downtown de Toronto. PATH. Atajos eternos subterráneos que te permiten llegar al trabajo sin la necesidad de sufrir los vientos helados. Galerías que suman en su totalidad más de 30 kilómetros de largo. Lógicamente, distribuido a lo largo y ancho. Lo más lindo, es ver como cada tramo tiene su propia expresión, y como su identidad se ve reflejada con la del edificio que encabeza. De mármoles oscuros a otros claros, de baldosas a cerámicos, de columnas de hormigón visto a columnas revestidas por metales raros, de anchos gigantes a pasillos super estrechos. Locales por todos lados, de todo tipo. Patios de comida, bares de café por todos lados. Patios cerrados, patios abiertos con sus tragaluces, o con su orientación a patios centrales al aire libre. Todo esto genera un completo distinto estilo de vida, facilitándoles incluso a algunos afortunados a no tener la necesidad de vestir más que una remera o una camisa. Claro, tanto su departamento como su trabajo estan comunicados por este atajo. Me resulta muy impresionante pensar que hay gente que no llega a sentir el frío, en uno de los países más fríos del mundo. Caminas por arriba, y todos sufriendo. Caminas por abajo, y es todo alivio. Y lo más lindo, si bien hay un camino que siempre va a ser el más rápido para llegar a destino, te permite desviarte un poquito y llegar a conocer otros rincones, sin la necesidad de perder más de 5 minutos. Lo compararía con un shopping, pero estaría muy equivocado. Acá no hay solo comercios, sino que coexisten tanto refugio como atajo a la vez. Si bien empezó como una opción capitalista, destinado a locales comerciales, terminó fomentando una nueva forma de sobrevivir al invierno de 6 meses que tiene este país.
La semana que viene va a faltar casi 4 meses para que me vuelva. Nada. Nada de nada. Que lindo es lanzarse a la vida, ver como la misma te va sorprendiendo. Abrirse por completo, al punto de la máxima vulnerabilidad, a lo inesperado, lo inimaginable. Supongo que la felicidad es el factor que indica que todo esto esta bien. Lindo es no vivir del hubiera, y dedicarse a seguir el propio instinto. No siempre la cosa va a brillar, pero estoy seguro que menos lo haría el morirse con la duda.